Según muchas culturas místicas e iniciáticas, el acto sexual, la exaltación provocada por el magnetismo sexual, podría servir de apoyo, constituir una condición favorable a una "abertura" de la consciencia en el acto sexual.
En el Upanishads de la India (Brihaddâranyaka Upanishad IV,3,21.). Se establece el "raptus extásico", cuenta al respecto "Cuando un hombre es abrazado por la mujer, ya no sabe nada de exterior ni del interior" ; en cierto modo se plantea una analogía entre esta experiencia y la que se produce cuando se manifiesta el âtmâ., el Sí transcendente."Así el espíritu cuando es abrazado por âtmâ, que es el conocimiento mismo, ya no ve las cosas exteriores, ni las cosas interiores".
Como es evidente no todas las practicas sexuales que tenemos a lo largo de nuestras vidas tiene los componentes necesarios para una verdadera exaltación del ser o un éxtasis. Cabe diferenciar entre los estados nacidos de la espontaneidad innata, de la consecución de la atracción y la embriaguez sexual entre dos seres y el uso auto erótico, como la masturbación o las practicas iniciadas con el objetivo de un autoplacer, un espasmo orgánico con el único objetivo de alcanzar placer.
En este último caso, según se asegura y nosotros con nuestras experiencias individuales podremos cotejar, el amante se ve afectado por una especie de impotencia; no goza más que para sí mismo, ignorando la realidad del otro ser, sin alcanzar ese contacto con la sustancia, íntima, sutil y "psíquica" del otro, que es lo que puede alimentar una intensidad propiciatoria del éxtasis.
Aquí nos encontramos con una de las múltiples dualidades clásica del sexo, que a su vez mantiene dos corrientes literarias y filosóficas. Mientras para unos representa la idea de que la fuerza liberada de la sexualidad en el acto sexual puede actuar de manera purificadora y catártica; esto es lo que refleja el dionismo y todas las corrientes derivadas. Para otros es la exaltación del cuerpo o una religión pagana de la carne, entre algunos autores podemos encontrar a Lawrence.
La corriente dionítica es la que hemos planteado desde el principio y que más nos induce a la curiosidad, por su implicación mística. La mística de la carne plantea el prolongar el orgasmo mas allá de cierto límite, insistiendo en tal o cual procedimiento excitante, moviéndose estrictamente en plano físico y con el objetivo puro del placer. Pero quienes lo han intentado hablan de una sensación insoportable de fuerza que invita a desistir, se convierte en un acto doloroso, en una sensación insoportable que sube desde los riñones hasta el cerebro, es como si sólo las energía negativa llegara al umbral de la consciencia.
Estas declaraciones recogidas en infinidad de textos y experiencia nos recuerda entre otras filosofías y prácticas al yoga Tántrico y el despertar de la Kundalini, la base de la energía original, que puede ser ascendida tanto en negativo como en positivo de ahí la peligrosidad de algunas practicas sin la debida preparación.
En culturas no occidentales como la árabe, las típica danza del vientre que todos conocemos y que actualmente se frivoliza como distracción para turistas, siempre ha representado dentro del marco de su cultura un carácter sagrado y tradicional. Tiene tres tiempos, marcados por la altura de los movimientos de los brazos y por expresiones del rostro, que corresponden a tres periodos de la vida de la mujer. El último tiempo remite a la función erótica de la mujer, capaz de despertar en el acto sexual, la fuerza básica...
En el Upanishads de la India (Brihaddâranyaka Upanishad IV,3,21.). Se establece el "raptus extásico", cuenta al respecto "Cuando un hombre es abrazado por la mujer, ya no sabe nada de exterior ni del interior" ; en cierto modo se plantea una analogía entre esta experiencia y la que se produce cuando se manifiesta el âtmâ., el Sí transcendente."Así el espíritu cuando es abrazado por âtmâ, que es el conocimiento mismo, ya no ve las cosas exteriores, ni las cosas interiores".
Como es evidente no todas las practicas sexuales que tenemos a lo largo de nuestras vidas tiene los componentes necesarios para una verdadera exaltación del ser o un éxtasis. Cabe diferenciar entre los estados nacidos de la espontaneidad innata, de la consecución de la atracción y la embriaguez sexual entre dos seres y el uso auto erótico, como la masturbación o las practicas iniciadas con el objetivo de un autoplacer, un espasmo orgánico con el único objetivo de alcanzar placer.
En este último caso, según se asegura y nosotros con nuestras experiencias individuales podremos cotejar, el amante se ve afectado por una especie de impotencia; no goza más que para sí mismo, ignorando la realidad del otro ser, sin alcanzar ese contacto con la sustancia, íntima, sutil y "psíquica" del otro, que es lo que puede alimentar una intensidad propiciatoria del éxtasis.
Aquí nos encontramos con una de las múltiples dualidades clásica del sexo, que a su vez mantiene dos corrientes literarias y filosóficas. Mientras para unos representa la idea de que la fuerza liberada de la sexualidad en el acto sexual puede actuar de manera purificadora y catártica; esto es lo que refleja el dionismo y todas las corrientes derivadas. Para otros es la exaltación del cuerpo o una religión pagana de la carne, entre algunos autores podemos encontrar a Lawrence.
La corriente dionítica es la que hemos planteado desde el principio y que más nos induce a la curiosidad, por su implicación mística. La mística de la carne plantea el prolongar el orgasmo mas allá de cierto límite, insistiendo en tal o cual procedimiento excitante, moviéndose estrictamente en plano físico y con el objetivo puro del placer. Pero quienes lo han intentado hablan de una sensación insoportable de fuerza que invita a desistir, se convierte en un acto doloroso, en una sensación insoportable que sube desde los riñones hasta el cerebro, es como si sólo las energía negativa llegara al umbral de la consciencia.
Estas declaraciones recogidas en infinidad de textos y experiencia nos recuerda entre otras filosofías y prácticas al yoga Tántrico y el despertar de la Kundalini, la base de la energía original, que puede ser ascendida tanto en negativo como en positivo de ahí la peligrosidad de algunas practicas sin la debida preparación.
En culturas no occidentales como la árabe, las típica danza del vientre que todos conocemos y que actualmente se frivoliza como distracción para turistas, siempre ha representado dentro del marco de su cultura un carácter sagrado y tradicional. Tiene tres tiempos, marcados por la altura de los movimientos de los brazos y por expresiones del rostro, que corresponden a tres periodos de la vida de la mujer. El último tiempo remite a la función erótica de la mujer, capaz de despertar en el acto sexual, la fuerza básica...