«He aquí un nombre que todo el mundo conoce y que nadie pronuncia: tiembla la mano al escribirlo y, cuando se lo pronuncia, en los oídos resuena un sonido lúgubre [...] Los libros del marqués de Sade han asesinado más niños que los que podrían matar veinte mariscales de Retz, los siguen asesinando aún [...] Rodeaba a este hombre un aire pestilente que lo hacía odioso a todo el mundo [...] Hoy en día, es un hombre a quien todavía se honra en las cárceles; allí es el dios, allí es el rey, allí es esperanza y orgullo. ¡Qué historia! Pero, ¿por dónde comenzar, qué aspecto enfocar de este monstruo y quién nos asegurará que en esta contemplación, aunque realizada a distancia, no nos alcanzará alguna salpicadura lívida?»
Jules Janin, Revue de París, 1834.